De Nuestra Escuela a la Escuela
La “hominización” no es adaptación:
el hombre no se naturaliza, humaniza al mundo. La “hominización” no es solo un
proceso biológico, sino también historia.
Paulo Freire
RESUMEN
El
presente trabajo llamado De Nuestra Escuela a la Escuela, aborda la conceptualización
de la escuela tradicional en la educación básica, y de la educación nueva
activista en la secundaria, a partir de un ejercicio de memoria desde la mirada
contextualizada de lo que significó a grandes rasgos el hecho educativo en la formación
del autor, para cerrar con El Reto de la Formación de Nuestro Tiempo, a modo de planteamiento para acercarse al
debate de la importancia del proceso educativo mas allá de la masificación como
dato cuantitativo de política pública, y verlo como cualidad necesaria para la construcción
de la sociedad que se configura como venezolana en el siglo XXI.
1.1 Lo
tradicional de nuestra escuela primaria
La
década de los ochentas, tiempo cronológico que definió la generación que hoy
cuenta con treinta y algo más de años, antes
de los cincuenta, mezcló a una velocidad impresionante las ideas del mundo
presentes en diferentes concepciones de él, logrando con ella, sobreponer imágenes
fantásticas de libertad, desarrollo y unidad sobre visiones concretas de
independencia, elaboración y diversidad. Ese es nuestro tiempo.
La Globalización es en realidad un eufemismo
utilizado en lugar de "transnacionalización", es decir, la expansión
sin límites de las corporaciones transnacionales en la economía mundial, en particular en los países en desarrollo. Instituciones multilaterales como la OMC, el FMI y el Banco Mundial juegan un papel clave en este proceso. (Raghavan 1997: 63/64)
Los maestros de la primera infancia, inmersos en el
hecho educativo tradicional conocieron por diferentes razones de nuevas prácticas
para la América, prácticas que ya a finales de siglo XIX Europa y la corriente
naturalista había empezado a teorizar y sobre todo a materializar, éste tipo de pensamiento tenía
un fuerte asiento en ideas liberales e izquierdistas las cuales centraron su
objetivo en revisar los planteamientos educativos que sustentaban el futuro por venir.
Nuestra escuela, de gran infraestructura, de múltiples
salones y de dos canchas inmensas, funcionaba acorde al planteamiento de que el
maestro era la base del éxito educativo, y se hacia un gran esfuerzo por
repetir y memorizar todo aquello que era relativo a las ciencias básicas requeridas
para desarrollarse acorde a la ética y los valores ideológicos de la sociedad
en que crecimos.
No tuvimos maestros de izquierda, pero tampoco se
puede decir que los que teníamos eran de derecha, hoy parece ser que eran la génesis
de la mezcla del miedo a la derecha y el temor a la visión de la izquierda,
cosa desconocida por lo demás, producto de la cruzada neoliberal contra todo lo
que pudiera parecerse a marxismo en el continente. Las ideas pedagógicas se batían
entre el deber ser, lo estipulado, lo que siempre contaron, y algunas
experiencias en distintas localidades del continente; el mercado global se
perfilaba como el mentor de una generación despolitizada, ahistorica y sobre
todo desigual en la prácticas cotidianas de la vida. “La escuela que tenemos
hoy nació con la jerarquización y la desigualdad económica generada por
aquellos que se apoderaron del excedente producido por la comunidad primitiva”
(Gadotti, 1998:9)
Como no pensar en el hecho educativo, cuando él, se encargó de trazar las líneas para lo que se requiere como base fundamental de comprensión de la sociedad de ese tiempo, la pasividad. Decretar orden por violencia es crear desorden [1], la mera transmisión de información aislada de la experiencia vivencial de los alumnos, refleja un proceso educativo, que en medio de las revueltas producidas a nivel económico en el mundo, necesariamente debe cambiar su modos y sus métodos de enseñar, el aprendizaje no puede orientarse a la reproducción de los haceres y los quereres, la escuela de nuestro tiempo, se quedo ahí, como suspendida en un espacio no relacionado con la vida, como en un compás disonante del baile que se avecinaba. Nuestros maestros representaron las verdades acabadas de una historia que no había terminado, ahí fungió la escuela tradicional de la primera infancia, como la base para afrontar el camino, para vivir el desorden y aprender cómo dar forma a las ideas del tiempo que nos tocó vivir.
Como no pensar en el hecho educativo, cuando él, se encargó de trazar las líneas para lo que se requiere como base fundamental de comprensión de la sociedad de ese tiempo, la pasividad. Decretar orden por violencia es crear desorden [1], la mera transmisión de información aislada de la experiencia vivencial de los alumnos, refleja un proceso educativo, que en medio de las revueltas producidas a nivel económico en el mundo, necesariamente debe cambiar su modos y sus métodos de enseñar, el aprendizaje no puede orientarse a la reproducción de los haceres y los quereres, la escuela de nuestro tiempo, se quedo ahí, como suspendida en un espacio no relacionado con la vida, como en un compás disonante del baile que se avecinaba. Nuestros maestros representaron las verdades acabadas de una historia que no había terminado, ahí fungió la escuela tradicional de la primera infancia, como la base para afrontar el camino, para vivir el desorden y aprender cómo dar forma a las ideas del tiempo que nos tocó vivir.
1.2 El
centro de interés de la escuela nuestra secundaria
El
final de los años noventas, mostró en diferido[2] a
todo el continente los resultados de las políticas neoliberales aplicadas en
distintos países de su geografía, la consagración de la educación como derecho
se alzó como bandera ante la toma de medidas económicas y políticas que reclamaban
que Así como el pez sólo puede vivir en sus aguas, así el jefe de Estado sólo
puede dominar sin violencia[3], lo
diverso se hizo diario a partir de las individualidades y el libre desarrollo comenzó
a fortalecer las bases para iniciar la compleja
tarea de relacionar lo aprendido con lo vivido. El final de los noventas, se
vivieron en las mismas infraestructuras escolares, pero quizá no en la misma
escuela. “El primer paso en la liberación de los hombres de las cadenas
externas era emanciparles de las cadenas internas de las falsas creencias e
ideales” (Dewey, 1998: 9).
La
secundaria comenzó a interrogarnos sobre nosotros, la memoria como tiempo cronológico
empezó a preguntarnos sobre los fenómenos de ese tiempo, la despolitización trajo
consigo la idea de la política y el carácter económico de la sociedad, avizoro
por vez primera el entramado de relaciones que nos tenían viviendo en la misma
aula, pareciera que allí, el pensamiento y el ser comenzaron a relacionarse. La
concepción del Poder como capacidad de hacer, inició una larga batalla entre
quienes defendían el magistrocentrismo y los que abogaban por el
paidocentrismo, el aprendizaje considerando el centro de interés del educando, fortaleció
sus redes en nuestra educación secundaria.
Imposible
desconocer que la escuela nueva, ya tenía experiencias memorables en el
continente, pero en nuestra escuela pasaron a finales de los noventa, la incursión
en este nuevo modelo educativo, permitió que el educando ganara “distancia para
ver su experiencia, “ad-mira”. En ese mismo instante, comienza a descodificar”
(Freire, 1972: 8), la actividad y el interés en ella a partir del ejercicio del
hacer transformó la dinámica relacional y comenzó a explicar procesos sociales
que necesariamente desencadenaban en la resolución de conflictos con los cuales
no se había aprendido a mediar en los años anteriores. Ciertamente, nuestra
escuela tradicional convive con la nueva escuela de secundaria, pero el
reconocimiento de la capacidad creadora y la forma de elaborar conocimiento dan
muestras del presente en construcción.
Lo
absoluto de la básica, se tornó relativo en el momento de enfrentarlo a la práctica,
la construcción del pensamiento de nuestra escuela dio matices en el que las
diversas ideas podían confluir y eran susceptibles de comprobación mas allá del
dogma que la sostuviera. Afloró la revolución del pensamiento cuando aun éramos
niños, sin embargo, esto es solo el principio del largo camino por un modelo
educativo emancipador, por formas de enseñanza y aprendizaje liberadoras, por
espacios nuevos donde las cualidades valgan tanto como las cantidades en
materia de educación.
1.3 El
reto de la formación de nuestro tiempo
Crecer
entre el modo tradicional de educar y el nuevo modo activista de formación, en
un mundo convulsionado por todos los procesos instantáneos de relación social, económica,
política e incluso cultural, ya daría suficiente para pasarse lo que quede de
vida biológica debatiendo sobre el cómo, el porqué y el cuándo deben ser los
cambios para avanzar en el modelo que necesitamos como sociedad. Todo ha pasado
muy rápido, “el mundo no es, el mundo está siendo” (Freire, 1997:85) y no
podemos cambiarlo si continuamos viendo de la misma forma, las lógicas relacionales
impuestas por el sistema económico imperante, hacen parecer que todo es normal
como sucede, y así, justifican las inequidades y desigualdades de un modelo de
sociedad que nos pertenece, pero que dudamos en construir.
“Conocer
es tomar posesión. Pensar es trabajo de reflexión” (Chaui, 1984:60) el proceso
formativo fundamentalmente debe orientarse hacia ese camino, los salvadores son
creados por el mundo de las ideas de dominación, la divinización no cabe en el
mundo racional, en el campo de las transformaciones, orientar el proceso
educativo a la revisión del orden de las cosas y a partir de ahí trabajar los
modos para darles un nuevo orden, hace parte de los retos fundamentales en el
marco de una formación pública de calidad, educación que combata las ideas de
ineficiencia que suelen acusársele a los modelos políticos y económicos distintos
al capitalismo. A un siglo de la propuesta de la escuela nueva, todavía es la
escuela tradicional la que forma a los encargados de los nuevos modos
educativos, es importante reconocer que en beneficio de aquello que es nuevo,
joven, activo y revolucionario el conservadurismo se ha encargado de no dejar florecer
las ideas de este tiempo.
Las
transformaciones sociales, pasan necesariamente por el proceso educativo, sino
logramos sentar las bases para la conciencia no debemos pensar en el cambio de
relaciones entre personas, el mundo no es uno solo, por el contrario es el puzle
de muchos mundos que permiten comprender el nuestro, el lograr ubicar el lugar
donde nos encontramos permitirá que el pensamiento se descolonice, se haga
irreverente y capaz de virar las fuerzas que hoy nos oprimen. La formación en
este sentido debe comprender tanto a quien cumple las tareas de formador como a
quien vemos en formación, porque para enseñar es necesario sentirse capaza de
aprender incluso de la primavera que tenemos frente a nosotros.
Luis Fernando Claros Posada
Bibliografía
CHAUI, Marilena. 1984. ¿Qué es ser
educador hoy?.Graal. Rio de Janeiro. Brasil.
DEWEY, Jhon.1998. Democracia y Educación.
Ediciones Morata. España.
FREIRE, Paulo. 1972. Pedagogía del
Oprimido. Siglo XXI Editores. Buenos Aires. Argentina.
FREIRE, Paulo. 1997. Pedagogía de la Autonomía.
Nova Crítica. Sao Paulo. Brasil.
RAGHAVAN, Chakravarti.(1997
enero-febrero) ¿Qué es la globalización? En revista del sur 63/64. Montevideo,
Uruguay.
GADOTTI, Moacir.2012.Educar para otro
mundo posible.CIM. Venezuela. Caracas.
GADOTTI, Moacir.1998.Historia de las
ideas pedagógicas. Siglo XXI Editores. México.
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