La
memoria local como aporte a una historia Nacional de la Violencia
Aproximación a una historia
contemporánea de la Violencia Política en Venezuela
Introducción
La
historia la hacen los historiadores, la vida la hacen los hombres, la primera
cuenta de relaciones sociales y sucesos, la segunda las crea y promueve los hechos. El
siglo XX inundó de conflictos bélicos todo el planeta, América del Sur, sufrió las consecuencias intestinas de las
guerras de independencia y el inicio de gobiernos sin más autonomía política
que aquella que Norte América y parte de Europa les permitió; la década de los sesentas
con los derrocamientos militares a Gobiernos Caudillistas, liberales o de
inclinación Popular, marcó una postura
basada en la resolución de conflictos no resueltos entre el mundo desarrollado
y el tercer mundo, a través de la imposición del más fuerte sobre los débiles.
Bastante
se habla de Violencia Política en cada una de las décadas vividas en Venezuela
durante el siglo XX, prevaleciendo la concepción instrumentalista de ella y
diversas tendencias, según la postura ideológica y las justificaciones que acompañan a cada interpretación de la misma;
todo ello referenciando un mundo abstracto en el que los estudiosos,
historiadores, sociólogos, politólogos entre otros, encuentran las razones y
sostienen posturas según les corresponda.
Ahora
bien, si los hombres son quienes dan cuenta de las relaciones sociales y
promueven los hechos o sucesos, ¿cuál es la razón, para que una historia de la
violencia política contemporánea en Venezuela no pueda ser contada por ellos,
mas allá de los títulos académicos que puedan representarlos? El presente
trabajo se orienta a abordar la importancia de la memoria local, en torno a los
procesos de violencia política para construir una memoria nacional de los
impactos y los daños que ha causado la no resolución pacífica de los conflictos,
de corte político desde el Gobierno de Juan Vicente Gómez, pasando por la
llamada Democracia 1958-1998, bajo el estudio documental, y la llegada del
Gobierno Revolucionario hasta el año de 2014 incluyendo los testimonios de
victimas directas, como parte de la violencia de calle con impacto social la cual
repercutió a nivel nacional, asunto especifico que ocupa este trabajo.
En
el presente texto, el lector se aproximará a la dimensión Memoria de la
Violencia Política en Venezuela, a través del acercamiento a las categorías violencia política y Comunidades de Memoria, bajo las definiciones elaboradas inicialmente
por Julio Aróstegui y, referenciando trabajos como Memoria Colectiva de Maurice
Halbwachs, y los trabajos de la memoria de Elizabeth Jelin entre otros.
Violencia
Política
En
el marco de los trabajos que se realizan en torno a la violencia política, es
de suma importancia definir inicialmente, la dimensión Violencia, pues de ello
depende el tratamiento que se dé al estudio de la categoría política y por
ende; la repercusión en la sociedad que sirve de campo de estudio para analizar
su impacto y promover acciones de no repetición, buscando minimizar los daños
producidos por conflictos no resueltos
que agudicen la resolución de manera
agresiva en el seno ciudadano.
Iniciaremos
con una definición observacional, asociándola directamente a la acción de la
fuerza física causando daño, lo cual
referencia Violencia en su sentido más amplio, y no da detalles de su origen
sino por el contrario de los resultados de la misma. Continuando con esta
aproximación al concepto de violencia, es importante entonces, voltear la
mirada, a donde ella se origina, la historia de nuestro pueblo, la que no se ha
contado, y sobre la que los estudiosos han fantaseado atribuyéndole héroes en
lugar de hombres, magia y golpes de suerte o de mala suerte, en lugar de
procesos sociales en construcción, la cual
dista de la realidad tangible de la violencia y por ende; del modo
instrumental en que ésta es vista, desde los espacios científicos de estudio.
Lo
local, vive constantemente de relaciones consensuadas y no consensuadas que
definen la cotidianidad de los habitantes de cada espacio, cada una de las
micro-historias que dan cuenta del barrio, de la parroquia, del municipio,
construyen el entramado de lo que debe significar lo regional para la
construcción de la historia nacional, mas allá de la que cuenta de Caracas, no
como ciudad sino como República, e
invisibiliza la diversidad de identidades presentes en el país.
Juan
Vicente Gómez (1857-1935) es el principal actor
político de principios del siglo XX en Venezuela, se dice que su “régimen
habría consolidado la construcción de un Estado nacional que garantizó la paz
en todo el territorio y ordenó el país” (Velásquez, 1997; Urbaneja, 1988; Pino
Iturrieta, 1988a). Bastantes estudios permiten conocer el tratamiento de la
violencia política en sus décadas y en las posteriores a él, diversos
investigadores dan cuenta los modos de actuar de los gobiernos venideros desde
el análisis de los documentos que dan certeza de las decisiones que se tomaron
en cada proceso político que se vivió hasta los albores del año 1998.
Sin embargo el fenómeno de violencia, en su categoría política ha
de buscar el conocer los daños causados en cada localidad para avanzar hacia el
tratamiento de los factores que la originan y que afectan a la población en
general. Es necesario para ello abordar y conocer su proceso idelologizante en
el seno de lo local para comprender su instrumentalización en lo regional y en
lo nacional, que aunque parezca igual no tiene el mismo tratamiento en cada Estado
actualmente. Es importante saber que no toda manifestación de violencia,
necesariamente se encuentra revestida de agresión.
Inicialmente, el tratamiento que se le dará a la Violencia Política
versará sobre la definición de Aróstegui “toda acción no prevista en reglas,
realizada por cualquier actor individual o colectivo, dirigida a controlar el
funcionamiento del sistema político de una sociedad o a precipitar decisiones dentro de ese sistema”
(1994; 39). Es aquí el punto de partida para estudiar la violencia política
presente en la Venezuela Contemporánea (1999-2014) desde la construcción de una
memoria colectiva de las victimas para visibilizar los daños causados a la
sociedad y a las individualidades que han sido afectadas directamente, buscando
reconocer puntos comunes en la historia a través de la investigación
documental, con el objeto de promover acciones de no repetición a futuro.
Comunidades de Memoria
En ocasiones la memoria se hace selectiva y no permite que todos
entren en el espectro de su reconstrucción como actores de un presente que se
debate entre el ayer y lo que vendrá, haciendo que se olvide en poco tiempo lo
contemporáneo y el entramado de relaciones que lo producen, relegando en el
anonimato la historia de quienes a pesar de no aparecer a diario reseñados en
los periódicos regionales y locales, también tienen algo que contar, que es
importante porque hace parte de los silencios que no se escuchan, entre el
bullicio provocado por quienes históricamente han detentado el poder y se
rehúsan a dejarlo en manos de otros que no sean si mismos, la cultura del
silencio y la impunidad tiende a ocultar y desconocer que muchas víctimas aun
no pueden hablar de sus historias y de sus vidas, así no se puede construir una
realidad nacional de la violencia política, porque no se habla entre iguales de
lo que afecta a todos sin distinción.
El
prologo del libro, Los marcos sociales de la memoria, al respecto, refiere que
“Lo más usual es que yo me acuerde de aquello que los otros me inducen a
recordar, que su memoria viene en ayuda de la mía, que la mía se apoya en la de
ellos. Al menos, en estos casos, la manifestación de mis recuerdos no tiene
nada de misterioso. No hay que averiguar si se encuentran o se conservan en mi
cerebro o en una recóndita parte de mi espíritu, donde yo sería, por lo demás,
el único que tendría acceso. Puesto que los recuerdos son evocados desde
afuera, y los grupos de los que formo parte me ofrecen en cada momento los
medios de reconstruirlos, siempre y cuando me acerque a ellos y adopte, al
menos, temporalmente sus modos de pensar…Es en este sentido que existiría una
memoria colectiva y los marcos sociales de la memoria, y es en la medida en que
nuestro pensamiento individual se reubica en estos marcos y participa en esta
memoria que sería capaz de recordar…eso que llamamos los marcos colectivos de
la memoria serían el resultado, la suma, la combinación de los recuerdos
individuales de muchos miembros de una misma sociedad. Estos marcos ayudarían,
en el mejor de los casos, a clasificar, a ordenar los recuerdos de los unos en
relación con los de los otros. Sin embargo, no explicarían la memoria misma,
puesto que la darían por existente…Estos marcos colectivos de la memoria no son
simples formas vacías donde los recuerdos que vienen de otras partes se
encajarían como en un ajuste de piezas; todo lo contrario, estos marcos son
–precisamente– los instrumentos que la memoria colectiva utiliza para reconstruir
una imagen del pasado acorde con cada época y en sintonía con los pensamientos
dominantes de la sociedad…podemos perfectamente decir que el individuo recuerda
cuando asume el punto de vista del grupo y que la memoria del grupo se
manifiesta y realiza en las memorias individuales.” (Halbwachs; 2004 [1925]:7-11).
Pensar así
una historia nacional de la violencia política contemporánea en Venezuela,
considerando la memoria como cimiento local que permita conectar las ideas que
al respecto se tienen del país en la ciudadanía y al mismo tiempo, conocer las
realidades de los daños causados a la sociedad, para hablar de historias
comunes que se repiten a lo largo y ancho de la República dejando como saldo,
la mezcla de explicaciones a situaciones de no resolución consensuada de
conflictos que fundamentan las relaciones sociales y por ende; el
comportamiento de los habitantes en cada situación que la mediación no aparece
como opción para dirimirlos, permite identificar procesos en que la acumulación de destrucción
simbólica, psicológica o física puede presentarse de no actuar a tiempo para
evitarla.
La
memoria como re-constructora de un pasado-presente-futuro, acompañada del
estudio historiográfico de los sucesos de violencia política que han marcado a
la Venezuela del siglo XX, ha de contribuir a estudiar el fenómeno, no solo
desde la conceptualización instrumentalizada de ésta, sino también, desde las
formas comunes a todo el país, consolidando una concepción del mundo menos
fatalista, en la que se reconoce que la vida y la historia no es un proceso que
ha terminado, sino que permite se transformen las relaciones y el tejido social
construido. El trabajo de hacer memoria, es una tarea constante que solo se
puede desarrollar desde los espacios colectivos en
que los ciudadanos se encuentran como seres humanos.
El
trabajo de la reconstrucción de la memoria de la violencia política
contemporánea, no va referido a la historia pasada, sino a las acciones que se
cumplen en el presenten para consolidar la vida del mañana, el inventariar las
expectativas y reconstruirlas con el apoyo de las víctimas directas e
indirectas, abre un universo de posibilidades que hacen del presente un sitio
más ameno para vivir, y más cercano para comprender.
Generalmente,
se está acostumbrado a “que los mecanismos de rivalidad mimética que
desencadenan la violencia, en el contexto apocalíptico, generen la lucha por la
hegemonía de los discursos sobre la verdad y la memoria” (Girard, 2007: 27-51) Así
se ha construido la historia, impidiendo cualquier mecanismo que pretenda
oponerse a las posiciones aceptadas,
creando con ello nuevos tipos de violencia que no permiten consolidar
una idea nacional sobre lo ocurrido, donde quepan todos los actores y los
hechos puedan ser reconocidos para evitar que continúen sucediendo, silenciando
las nuevas formas de explicar lo que ocurre y las consecuencias de ello para la
nación.
Los
grandes estudios históricos al respecto se han construido hablando de
vencedores y de vencidos, dos figuras que la violencia política no reconoce,
pues ésta suele afectar a dominadores y dominados en cualquier contexto que se
presenta, es por ello, que la voz presente en la localidad permite afianzar las
ideas de lo regional y construir una historia nacional valorando la oralidad
como principio de preservación de cultura, reconociendo que:
(…)El silencio como realidad
paradójica: puede ser impuesto y vendido como cultura, pero en él pueden
emerger nuevas formas de memoria desde el retorno de la vida de las victimas
que recogen los proyectos truncados en forma de nuevas esperanzas contadas
desde sus múltiples voces. (Benjamin; 1987)
Hasta
una nueva forma de entender las relaciones que la sociedad ha mantenido
históricamente y que de manera continua la llevan a desarrollar acciones
violentas en entornos donde la resolución pacífica de conflictos políticos
tiene cabida siempre y cuando se valore la vida por sobre el poder y la
dominación.
A modo
de Conclusión
Construir
una historia de la violencia política contemporánea en Venezuela, implica
reconocer los modos en que ésta se ha manifestado durante el transcurso del
siglo XX, y las justificaciones o enjuiciamientos que se le han hecho a los
procesos políticos en que se ha visibilizado con más claridad. Sin duda alguna,
escuchar lo que de ella tienen que decir los estudiosos del tema, reviste de
luz el camino a transitar para aproximarse a las explicaciones de la realidad
presente en la que igual a la del siglo pasado, el pueblo continua siendo el
más afectado, producto de las consecuencias que trae consigo.
Pudiera
abrirse con este trabajo doctoral un
nuevo sendero en el que la voz de quienes han sido afectados directamente por
este modo de violencia en diversos rincones del país, contribuya a la República
para tratar las consecuencias en la nación y reconocer que es necesario buscar
formas distintas a las empleadas anteriormente para solventar necesidades de un
contexto, como el que actualmente vive el mundo, en el marco de las decisiones
políticas.
Hacer de
la historia contemporánea un proceso que promueva el estudio de la violencia
política como un problema nacional y el reconocimiento de sus daños e impactos
a nivel social, una vez visibilizados los modos de hacer política, de sostener
el poder, de obtener dominación y de las diversas formas en que se violenta al
individuo, permitirá plantear las bases para relacionarse como ciudadanos
distintos en pensamiento, pero iguales en identidad nacional.
Es
importante saber y dejar claro que la historia contemporánea no termina de
escribirse pues la historia en sí misma no ha terminado, por lo tanto; este
trabajo solo intenta sentar las bases de una aproximación que ha de permitir
seguir arando el camino por donde se deben sembrar las semillas de paz para una
sociedad menos inequitativa y más solidaria con todos sus nacionales.
Luis Fernando Claros Posada
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Caracas: Monte Ávila Editores.
VELASQUEZ, Ramón J. La
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