RESUMEN
La
memoria de un conflicto, procura en dos secciones, plantear la importancia de
la restitución de la memoria para avanzar en el tema del reconocimiento de uno
mismo, del otro, y de las cosas que se pueden hacer en conjunto a los fines de
fortalecer relaciones sociales que en el mundo contemporáneo actual se ven
resquebrajas como producto de la visión reducida de los conflictos a temas
meramente instrumentales para darles solución. El entramando de subjetividades,
lo que es, lo que se ve, lo que no es y no se ve, permite desarrollar desde el planteamiento
del descubrimiento de América, un proceso conflictivo de identidad que la educación
en lugar de mediarlo, ha agudizado en cada uno de los contenidos que ha
impartido históricamente.
La
memoria de un Conflicto
Dejo
de cantar y me enfermo. Mis sueños no saben adónde ir y me atormentan. Estoy
viejo, estoy lastimado. Al final, ¿de qué me sirve renegar de lo mío?.
Shaman
de los Indios Chamacocos[1]
SECCIÓN I
El
descubrimiento: Repaso de lo que
significa para nosotros hoy
Referirse
al descubrimiento de América, es remitirse inmediatamente a una historia ajena
a la realidad que han vivido nuestros pueblos, si el descubrimiento es el hallazgo
de lo desconocido, ¿Qué ocurrió en 1492, con el arribo de España a las costas
de las islas hoy americanas? La versión oficial de los libros de historia con
los que se ha intentado dar forma al pensamiento americano de los últimos cinco
siglos difiere en un alto porcentaje de los parajes contados a la luz de la
realidad de diversos pueblos que en dichos textos se homogenizaron y terminan convirtiéndose
en el reflejo de lo que el pensamiento occidental proveniente de la península ibérica
quiso hacer de ellos.
Descorrer
el velo tembloroso con que el tiempo oculta a nuestros ojos aquellos parajes
encantados de la niñez; aspirar las brisas embalsamadas de las playas de la
adolescencia; recorrer con el alma aquella senda de flores, iluminada primero
por los ojos cariñosos de la madre, y luego por las miradas ardientes de la
mujer amada; traer al recuerdo las primeras tempestades del corazón, las
primeras borrascas del pensamiento, los primeros suspiros y las primeras
lágrimas de la pasión, es un consuelo y un alivio en la adversidad; (Vargas
Vila, 1998:5)
Nacer
y crecer en América, es intentar buscar en el otro, el yo perdido, es compartir
históricamente y por herencia cultural, un tiempo sin pasado, más allá que
aquel que se dio como sino de un destino que irremediablemente lleva al estudio
del modo de actuar de una civilización distinta a la nativa, para en ella
comprender los quehaceres de la propia, de la que se restituye con cada siglo
que pasa y con cada nueva nota que los investigadores hallan registrada en los
textos sin registro oficial, pero que
dan fe de la mirada distinta, de las lágrimas secas, de la adversidad que las
caricias de la madre y los recuerdos del amor perdido han dejado en el ADN de
los pueblos que fueron arrasados, pero nunca reducidos en su dignidad, pues de
ella ha surgido la visión que hoy se restituye sobre el descubrimiento.
La
memoria más allá de una función cerebral, se convierte para los casos de
historia en un referente imprescindible que da certeza de la continuidad de la
dinámica relacional de los individuos que comparten un mismo territorio. El mal
llamado descubrimiento de América, encuentra interpretación a partir de ella,
no es igual la visión del opresor que la
visión del oprimido, no significan lo mismo el relato de la víctima bajo la
sombra del victimario que el del victimario convertido en víctima. La memoria
ha de servir para comprender una realidad diferencial no exclusivamente fenoménica,
porque el tiempo histórico no debe supeditarse exclusivamente al desarrollo de
los fenómenos, sino por el contrario debe cumplir funciones de coordinación
entre los elementos que no son dependientes directos del pensamiento ya que el
cuestionamiento de la experiencia no puede someterse a él.
América
para los americanos del sur del sur (Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay,
Brasil) frente a los del norte del sur (Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia,
Venezuela, entre otros), no representa el mismo tiempo ni el mismo espacio, producto de las relaciones económicas,
políticas y sociales que han desarrollado con pueblos de otros continentes y
entre sí. Por ello, hablar de América, acarrea reconocer
la unidad en la diversidad, implica reconocer que es grande el amor de la tierra,/que es triste la ausencia/que deja
el ayer.[2]
Compromete a los pueblos, a mirar al otro antes de juzgarlo, para aprender
de nuevo a darle valor a la historia en común, debe necesariamente desenredar
la madeja de ideas que no ha permitido liar con el conflicto de nuestros
tiempos, con la oposición a los planteamientos nuevos que no contemplen la
postura del absoluto para solventar las situaciones, el mismo opresor que sin
mayor discusión no enseño a ser del modo en que hoy somos.
Jelin,
plantea que la reflexión sobre el tiempo, el pasado y los cambios sociales
presenta tres maneras de pensar las relaciones; a saber;
En
primer lugar, la memoria como recurso para la investigación, en el proceso de
obtener y construir “datos” sobre el pasado; en segundo lugar, el papel que la
investigación histórica puede tener para “corregir” memorias equivocadas o
falsas; finalmente, la memoria como objeto de estudio o de investigación.
(2002:63)
En
función a esta orientación, el papel que juega la restitución de la memoria
colectiva para américa, constituye un proceso minucioso de investigación,
inicialmente en el plano local, que permita visibilizar la dinámica de las
relaciones que nos fueron impuestas, pero también, aquellas que se han
mantenido en el tiempo, propias, y que han sufrido alteraciones en mayor o
menor grado, dando fe del origen de las posiciones que en ocasiones parecen irreconciliables
como sociedad, y que desembocan en conflictos no resueltos de manera violenta
entre ciudadanos. A bien tiene Galeano decir, en sus escritos sobre el descubrimiento;
No
es la voz de los indios la que ha contado, hasta ahora, la historia de América.
En las vísperas de la conquista española, un profeta maya, que fue boca de los
dioses, había anunciado: Al terminar la codicia, se desatará la cara, se
desatarán las manos, se desatarán los pies del mundo. Y cuando se desate la
boca, ¿qué dirá? ¿Qué dirá la otra voz, la jamás escuchada? Desde el punto de
vista de los vencedores, que hasta ahora ha sido el punto de vista único, las
costumbres de los indios han confirmado siempre su posesión demoníaca o su
inferioridad biológica. (2006:53)
SECCIÓN II
Memorizar, nuestro
estudio contemporáneo actual
El
termino memorizar hace que palabras como memorización y rememorar casi de modo
inmediato vengan a nuestro cerebro y se presenten ante nosotros como imágenes de
un pasado que ya hemos visto, hemos aprendido y estamos dispuestos repetir,
ejercicio común practicado por los estudiantes y los docentes que lleva a
ejecutar acciones en base a postulados literales de conocimientos adquiridos
mediante la memoria mecánica, fruto histórico del hecho educativo en que las
fechas de nacimiento y de muerte, los nombres de los reyes y los héroes nacionales,
cobran el valor supremo del proceso de aprendizaje, sin previa comprensión de
las relaciones que permitieron hoy se hable de ellos y se les tome como
referencia para justificar relaciones sociales. Contenidos que
indiscutiblemente han perjudicado y dificultado el desarrollo de facultades
mentales de pueblos enteros, que continúan la laboriosa jornada de intentar
salir del reduccionismo impuesto por el estado moderno con base a las creencias
de la colonia imperial.
La
visión de la América conquistada por España, es el reflejo del modelo educativo
que redujo a los habitantes originarios a la visión de Europa, no permitiendo
ver otra civilización presente en el continente, ni mucho menos reconocer que
lo que se denominó “esta raza inferior; había
descubierto la cifra cero, mil años antes de que los matemáticos europeos
supieran que existía. Y habían conocido la edad del universo, con asombrosa
precisión, mil años antes que los astrónomos de nuestro tiempo”. (Galeano;
2006:55). Aquí hace falta el recuerdo, existe ausencia de subjetividades que a
la luz de un buen planteamiento metodológico puede brindar un sendero más
parecido a lo que en el fondo como americanos de todas las partes del
continente, podemos sentir no se ha explicado de la manera correcta; allí, en
el no lugar entre nosotros y los otros, es menester relacionar la historia y la
memoria, como punto de partida para una nueva temporalidad en que los
conflictos se resuelvan por la vía pacífica y los colectivos humanos reflexionen
sobre su participación y compromiso con las nuevas formas de hacer vida.
El
auge de la memoria, en los últimos tiempos, es motivo de preocupación para los
historiadores, ya que se considera que;
el
problema está en que se pueden cometer “errores” en el recuerdo y en la
transmisión, sea voluntaria o involuntariamente –incluyendo los lapsus y “malas
jugadas” del inconsciente. De ahí la preocupación por la
autenticidad y la sinceridad de los relatos, lo que lleva a poner mucho énfasis
en los recaudos metodológicos, introduciendo controles y pruebas diversas para
acercar el recuerdo a “la verdad” de los hechos ocurridos. (Jelin; 2002:68)
En
términos de La Capra, “la memoria sería
la creencia acrítica, el mito, la "invención" del pasado, muchas
veces con una mirada romántica o idealizada del mismo. Y la historia sería lo fáctico,
científicamente comprobado, de lo que “realmente” ocurrió” (2009:16). El
hecho educativo, juega un papel de guía como ningún otro proceso puede hacerlo,
ya que el público cautivo, desde la primera infancia, lo tiene él,
necesariamente, toda la nación pasa por las aulas y todos los espacios se
convierten en lugares precisos para enseñar y para aprender.
Muchos
años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía
había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el
hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava
construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un
lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo
era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas
había que señalarlas con el dedo. (García, 2007:16)
Cien
años de soledad, cinco siglos de otra historia, son palabras instaladas en el
imaginario colectivo de las sociedades americanas contemporáneas actuales, la
base de los conflictos radican ahí, la homogenización de las comunidades ha
pasado necesariamente por el impacto educativo en las memorias de cada pueblo,
a través del estudio de la historia sin arraigo local, sin fibra sentimental
que haga el común se pregunte por la otra forma de ver y de hacer las cosas, por
el conocer y el convivir con el semejante, con el igual a mí en contradicciones
y el diferente en planteamientos.
Los
procesos sociales del ahora, lo que nos atañe como sociedad, son actualmente
sujetos de investigación y estudio desde diversas ramas del conocimiento, la
familia, las migraciones, la sexualidad y las mentalidades individuales y colectivas
son sujeto de análisis que procuran entender el accionar individual y colectivo
de los individuos, para transformar realidades del entorno económico, político,
social y cultural de quienes comparten el territorio y son afines a ideales. La
memoria ha de fungir como punto de partida para ello, debe apropiarse del
espectro y permitir darle voz a los callados, una memoria construida desde lo
local, puede abordar la global, ella es una memoria colectiva que en “oposición al postulado positivista, une la interpretación
completa y el análisis causal, a la comprensión de los conjuntos y los
significados” (Halbwachs; 2004:32).
Avanzar
es entonces, reconocer las diferencias internas para comprender las colectivas,
ejercitar el yo, el él, el nosotros, para iniciar un proceso de construcción colectiva,
en el que las relaciones sociales se visibilicen, se trabajen en conjunto, y
como política pública ponga sobre la mesa, la imperiosa necesidad de
interactuar entre todos para que el mañana sea menos agresivo y quizá un poco más
acorde a lo que alguna vez se dio como civilización antes de que la visión reduccionista
del imperio español, posara sus ojos sobre las riquezas materiales del
continente, relegando la espiritualidad y las subjetividades al plano de los
olvidos en que el recuerdo, solo es una quimera de algo que ya no conocemos.
Luis Fernando Claros Posada
Bibliografía
Galeano,
E. (2006). Ser como ellos y otros escritos. Editores Siglo XXI. España.
García
M, G. (2007). Cien Años de Soledad. Editorial Alfaguara. España.
Halbwachs,
M.(2004). La memoria colectiva traducción de Inés Sancho- Arroyo. — Zaragoza :
Prensas Universitarias de Zaragoza. España.
Jelin,
E. (2002). Los trabajos de la memoria. Siglo Veintiuno. España.
La
Capra, D.(2009). Memoria después de Auschwitz. Prometeo. Buenos Aires,
Argentina.
Vargas
Vila, J.M. (1993). Aura o las Violetas. Editorial Panamericana. Colombia.
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