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martes, 5 de marzo de 2019

Cuando la paz no es un concepto


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Cuando la paz no es un concepto


Este parece ser el siglo de la Paz, pareciera que todos los conflictos bélicos del siglo XX, inconclusos por cierto, pues aun continúan disimulados bajo el velo de las conversaciones y acuerdos entre actores generadores de la violencia, que poco o nada quieren perder a la hora de llegar a un proceso real que permita construir puentes sobre los cuales edificar principios de universalidad de relaciones, que permitan reconocer al otro y reconocerse asimismo en el entramado de daño que han hecho y que les hicieron.

No se puede negar que el siglo XXI es el heredero de todo lo que se vino haciendo en los siglos pasados por consolidar la dinámica de la violencia, la esclavitud, la sociedad feudal, el mercantilismo, la industrialización, la invasión a América en nuestro caso, la invasión al áfrica, el exterminio de los cristianos, luego el exterminio de los llamados herejes en nombre de los cristianos, la guerra por las piedras preciosas, el petróleo en el oriente, todo, lo que nos podamos imaginar en materia de violencia, puede llegar a ser cierto, pero seguimos escuchando luego de cada golpe de agresión, que viene el dialogo, la mesa de concertación, el perdón, la justicia, el resarcimiento, y ¿quienes lo plantean? los que van perdiendo, no, generalmente lo plantean los que han ganado con este negocio.

Se hace difícil comprender para los factores de poder, que para construir la Paz, para darle un nombre fuerte y duradero se deben desvestir de las relaciones de poder que sobre uno u otro han venido ejerciendo durante todos los siglos anteriores y lo que va de este, el discurso que invoca la contra-hegemonia, simplemente plantea una nueva visión hegemónica, el decolonial una nueva forma de colonización, y así sucesivamente en todos los campos, y eso ocurre por un hecho sencillo, que aunque todos hablan de él, no lo practican, la necesaria transformación de nuestro modelo educativo. En ocasiones parece que todo va bien hasta que llegamos a la escuela.

En el pueblo en el que crecí, cuando estábamos pequeños y discutíamos por algo, solíamos casi de inmediato “hacer la paz o las paces” y efectivamente, resultaba que al darnos la mano, y un abrazo olvidábamos el altercado, muchos de esos muchachos con los que peleamos de pequeños aun siguen siendo nuestros amigos, aunque hayamos tomado caminos diametralmente opuestos, y en cambio con los que conocidos en los años de escuela, en la universidad donde formamos “para ser  o parecer mejores seres humanos”, luego de la discusión aunque nos diéramos la mano no logramos concertar acuerdos. Y la pregunta es ¿porque?.

La cabeza nos da vueltas constantemente pensando en cómo hago para que el “otro” llegue a un acuerdo conmigo, como tiendo un puente para que el “otro” se acerque, como hago para que el “otro” comprenda el mundo como yo lo veo, e indiscutiblemente coincidimos en que el “otro” es el que no quiere, y eso lo aprendimos en la escuela, ahí en ese lugar de conocimiento sobre los demás, no sobre nosotros, aprendimos a razonar de este modo, “Desde entonces ha sido tal la fascinación que ha producido la razón que hemos perdido otras facultades y sentimientos que nos facilitan entender y comprender, por así decirlo, a  la naturaleza desde adentro y no desde afuera”  .

Construir la Paz efectivamente es un proceso, pero no uno en que algunos están por encima de “otros” procurando mediante contratos que el “otro” no vaya a faltar a los acuerdos, no, la Paz va un poco mas allá, requiere más conocimiento, requiere volver a ordenar el orden que existe, implica revelar las relaciones, lo que está en el trasfondo del dialogo, no procurar que el “otro” haga, sino por el contrario hacer lo propio para generar condiciones que permitan a todos ser, en mi pueblo, hacer las paces indicaba tener todas las habilidades, no para olvidar lo que había pasado, pero si para continuar jugando con el otro confiando en que si yo no estaba dispuesto a volver a agredir, el otro tampoco iba a hacerlo, nadie nos enseño que eso se llamaba confianza en nosotros, conciencia de sí, y por ende, conciencia de los demás.

Hasta que llego la escuela, la escuela que hoy tenemos, la escuela que conocemos, el proceso educativo es básicamente represivo, las estructuras que lo diseñaron lo vaciaron como un molde para todos los sistemas gubernamentales, al menos en esta parte del cono sur de América, pusieron frente a todos los niños y niñas de mi pueblo que se escolarizaron, a unos maestros formados en las universidades a las que luego fuimos, que todo lo sabían y que se encontraban frente a una tropa de ignorantes, nosotros, ahí aprendimos que nuestro lenguaje era pobre, no conocíamos muchas palabras, como confianza por ejemplo, e inmediatamente aprendimos a desconfiar, aprendimos que las cosas negativas que suelen pasarnos son por culpa del “otro” y por lo tanto, racionalmente comprendimos quien era el culpable de todos los males, quien provocaba la pelea y porque, poco a poco olvidamos el lenguaje de nuestras sensaciones, de nuestras emociones, de nuestra cosmovisión y no desarrollamos uno para el mundo racional, por el contrario, hicimos de nuestro mundo, un cajón lleno de conceptos.


Ese fue el momento, en que la Paz, dejo de ser el apretón de mano y el compromiso propio a no repetir la acción que había desencadenado los hechos violentos, sino que la Paz era la Paloma Blanca, que es muy difícil de conseguir pero, que siempre que hablamos de Paz en el escuela les pedimos a los niños y niñas que pinten. Aprendimos que había color piel, vimos baños para niñas y niños, cuando en la casa había uno solo que todos usaban, en la escuela éramos distintos, no diferente;  entre tantas otras cosas, aprendimos todos los modos de lograr las cosas que queremos, incluyendo la fuerza para hacerlo.

Nuestro sentido de propiedad apareció el día que en el grupo alguien no llevo el material, y los maestros dijeron que entonces no podía hacer el ejercicio, y aunque nosotros queriendo no pudimos prestarle insumos, no lo permitieron, así aprendimos la responsabilidad, así se fue configurando nuestro cerebro para que construyéramos la Paz del presente, para resolver los conflictos, para llegar a acuerdos.

Y esa es la escuela que aun tenemos, y todos los siglos anteriores, los que solemos calificar de violentos, nos fueron configurando para que en este siglo, veamos como los poderes económicos ahogan a naciones enteras y las obligan a cambiar de Gobierno, y cuando no lo hacen las invaden, en nombre de la Paz, de la ayuda humanitaria, de la protección a los pueblos.  Y entonces es cuando recuerdo a mi pueblo, y la forma en que “hacíamos la paz, después de la pelea y no recuerdo nunca que para ello, hallamos obligado al otro a entendernos”

Luis Fernando Claros Posada

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