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jueves, 14 de marzo de 2019

Sobre las Guerras Modernas


Lo que se ha hecho no se puede deshacer, pero se puede evitar que ocurra de nuevo.
Ana Frank



Sobre las Guerras Modernas



Generalmente se pretende construir al “otro” o conocer al otro desde la exterioridad que representa, es decir; desde el modo en que se ve y las formas que manifiesta, la lógica occidental, heredada de los invasores, de cualquier parte del viejo continente que nos hayan llegado, nos heredo la visión reducida del mundo cartesiano, se es exacto o inexacto, blanco o negro, hombre o mujer, y así,  con esta  forma de binominalizar todo, construyó en nuestro desarrollo intelectual, la capacidad de reducirlo todo para supuestamente “entenderlo” cosa distinta a comprender. Podríamos decir que nuestro mundo occidental, solo ve aquello que corresponde a los intereses prácticos contemporáneos y con ello deshecha o lanza a un lado, lo que le parece poco útil para la vida, las relaciones de fraternidad y empatía por el “otro”.

Y es que en la sociedad de nuestros tiempos, prestar atención al yo para poder desarrollar canales de comunicación que me permitan entenderme con el “otro”, con el diferente a mí, y de este modo poder hacerme una visión humana de sus diferencias para construir en conjunto, es un asunto poco valorado a la hora de hablar del éxito o del nivel de desarrollo de la sociedad, a modo de ejemplo, pudiéramos preguntarnos, ¿ El éxito radica en los bienes materiales que se poseen o en la forma en cómo te relacionas con el mundo? ¿ Los países buenos para vivir son los que aumentan su Pib anualmente en 2 o 3 puntos sin importar en manos de quien, o aquellos en que la gente se siente feliz y la redistribución de la riqueza garantiza derechos sociales?.

Probablemente, son preguntas fáciles de responder, dependiendo de qué visión del mundo se tenga al respecto de lo importante que es cada cosa para cada uno, y ahí está, ese es el lugar preciso en que cabe la posibilidad de sentarnos a reflexionar un poco sobre el camino que han tomado las decisiones individuales y colectivas con las cuales nuestras sociedad se han venido enrumbando durante los últimos años, indiscutiblemente la construcción de la localidad frente al mundo global, parece un asunto muy difícil de hacer, y es sencillamente, porque desde lo local, que se nos presenta como un hecho complejo (a modo de decir difícil, cuando no lo es) se le impone el carácter pragmático y resolutivo de lo global. Lo que el mundo global pauta es lo que termina convirtiéndose en valido para la visión mundial del mercado. Entonces, ocurre el fenómeno de la des-personificación, dejamos de ser nosotros para convertirnos en el “otro”, pero sin comprender las diferencias que radican en nuestros procesos locales, y se da la impresión de hacer de las sociedades un solo modelo, donde las diferencias no son permitidas, y se convierten en distinciones para parecer de espacios y realidades antagónicas.

El discurso de la dominación se instala en nosotros y se disfraza de caridad[1], el racismo, desconociendo que somos una sola raza, se mimetiza derivando en xenofobia, homofobia, misoginia y otras acciones que van en detrimento del “otro” a causa del desconocimiento de uno mismo, configurando así, lógicas que son entendibles y se justifican en el marco de un mundo global que solo responde a los intereses prácticos y visibles del mundo capital, no de las relaciones humanas. Es asi, como la guerra contra el “otro”, amparada en el discurso de protección del indefenso, da muestras concretas de que la diferencia no ha sido incorporada de forma real en el mundo contemporáneo que aboga por el desarrollo de los pueblos desde la visión del modelo global.

El miedo al “otro” producto de la incapacidad del sistema occidental para comprender y dar forma a estrategias concretas para desarrollar habilidades humanas que nos permitan relacionarlos con modos más amables y sinceros, primero con nosotros y luego con los “otro”, ha derivado necesariamente en la crisis mundial por la que actualmente estamos atravesando. Y es que cuando nos detenemos a observar con detenimiento los últimos cuatro siglos y el comportamiento que hemos tenido como raza respecto del cómo nos hemos desarrollado, no es de asombrar que los conflictos que hoy vemos como fáciles de resolver se nos dificulte operatividad acciones para hacerlo. 

Lo que las redes tecnológicas, la web, las comunidades virtuales, los prestadores de servicios de televisión nos venden como la posibilidad del mundo feliz, es sencillamente la desaparición de las diferencias humanas, el aniquilamiento total del “otro” y con ello el enjuiciamiento y la desaparición del yo, como integrante de la raza humana. No permite que nos imaginemos la posibilidad de conocer la aldea del frente, sino que nos invita a marginalizarla al punto de que ella se vea obligada a parecerse a la nuestra para poder entablar relación, no bajo las mismas condiciones de reconocimiento, sino de dominación. Se convierte una lucha, que envía al mundo contemporáneo a la forma en que se construyeron las relaciones cuatro siglos atrás. 

Parece que la técnica, lo expedito, la eficacia no solo se limita al campo productivo sino también al campo de los tejidos sociales y humanos, derivando en un mundo cada vez menos natural y por lo tanto, con menos historias que nos inviten a reflexionar sobre nosotros para intentar comprender sin miedo “al otro”.

Quizá mirando esto, pudiéramos avanzar en los asuntos que nos atañen a nosotros.
Luis Fernando Claros Posada


[1] Sentimiento o actitud que impulsa a interesarse por las demás personas y a querer ayudarlas, especialmente a las más necesitadas

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