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lunes, 4 de marzo de 2019

La misa


Postal de la Iglesia de San Miguel de Andújar.- Años 50-60



La misa

Entre el bullicio de la música del bar, la voz de los asistentes, y el repicar de las campanas de la iglesia ubicada a unas cuadras del reciento recreativo, Eduardo Cadavid, vecino del pueblo y reconocido comerciante de todo el valle del cauca, se encontraba sentado en la primera mesa ubicada justo después de la entrada del local, con una media caneca[1] de aguardiente y una copa a la mitad llena, con las palmas de las manos sobre la mesa, el torso firme sin señal de joroba alguna y la mirada fija observando el vacio y recordando el encuentro que temprano había tenido en el camino con los forasteros. Muchos le habían contado de los otros pueblos, pero en ningún sitio había escuchado nombrar a la Paila, dos días atrás le habían dicho que habían llegado al pueblo, pero que va, eso para él fue puro cuento.

A las dos de la tarde, bajando de la finca de los Morales con la carga de caña,  cerca de la rivera del rio, escucho los tiros y el relincho de los caballos, sin embargo no vio pájaros alzar el vuelo, detuvo el paso y a pocos metros entre los matorrales vio a seis hombres de pie junto a dos muertos. Arrió la carga y corrió como perseguido por el viento, dos horas más tarde en la tienda de Antonia la negra de Buenaventura, supo de la muerte de dos peones de la finca de los Silva, por liberales, según dijeron.

Una mano fría se poso en su hombro izquierdo, y antes de mirar a quien pertenecía, escucho con un marcado acento foráneo, “Buena noche paisano, no pensé que volvería a verlo”, eran las siete de la noche, repico la última campanada de la iglesia, y en su mente se escucho el siguiente rezo; “Oh Divino Jesús que dijiste: «Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y a quien llama se le abre». Mírame postrado a tus plantas suplicándote me concedas una audiencia. Tus palabras me infunden confianza, sobre todo ahora que necesito que me hagas un favor…”[2]

-Si me muestra a Fulgencio Silva, le doy tiempo para que se vaya de este pueblo.

Luis Fernando Claros Posada 


[1] Una “caneca” es un contenedor de licor en el Valle del Cauca, mientras que en resto de Colombia es un contenedor de basura.
[2] Oración al sagrado corazón de Jesús.




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