Eran las Doce del medio día cuando
Carmen Vera, cerro la hoja Excel en que tenía el cuadro de seguimiento del plan
operativo trimestral de la oficina en que trabajaba para el Gobierno regional, y
se decidió a ir en busca de su hijo
menor que estudiaba en el jardín infantil frente a la CANTV de pueblo nuevo,
desde las nueve de la mañana los funcionarios de otras dependencias que habían
pasado por su escritorio para comparar las metas y los porcentajes de ejecución
que se habían reportado con sus respectivos medios de verificación y unidades
de medida a el cierre de trimestre, no habían hecho otra cosa que hablar de los
trancones que se estaban dando en la parte alta de la ciudad, en protesta por
la situación del país, las posturas del presidente y la conmemoración del 4F.
Doce
años como trabajadora de la misma institución, le daban a Carmen, cierta
compostura a la hora de escuchar los comentarios, pues había vivido ambos
modelos de gobierno y desde su mirada imparcial, ninguno de los dos le habían
beneficiado de manera tangible, pero si se habían mejorado las familias de los
directivos que habían pasado por ahí, sin distingo de partido político. Es más,
ella había visto actores de ambos bandos, sentados en la misma oficina del
despacho de presidencia, haciendo negocios con las mismas empresas en distintos
casos de licitaciones, en ese lugar
había estado trabajando desde los dieciocho años de edad, cuando entró al
servicio público, y le había servido
para conocer el ambiguo modelo político que desarrollaban los tachirenses
cuando asumen el gobierno.
No
le sorprendieron los comentarios agudos de quienes ella de antemano, sabía eran
oposición al gobierno revolucionario, y tampoco los que hicieron los adeptos al
proceso, que entraban y salían del despacho presidencial como si tuvieran la
solución a lo que ella desconocía pasaba en la parte alta de la ciudad, pero
que no querían que nadie supiera.
“Carmen,
tu esposo ya recogió el niño?” Dijo Zulay, una compañera de oficina cuando vio
que ella estaba apagando el computador y organizando los soportes del plan
operativo que tenia sobre el escritorio.
“Ya viste lo que están tuiteando, la cosa esta fea para arriba” agregó
en un tono que por un momento hizo que
Carmen pensara detenidamente en el camino que debía tomar para llegar hasta el
jardín donde estudiaba su hijo.
Tomó
su teléfono celular y marcó al número de su esposo, con la firme intensión de
preguntarle que había escuchado de la situación que se presentaba por la
avenida principal de pueblo nuevo y la avenida España, camino ineludible para
ir por el niño. El teléfono del otro lado de la línea no fue contestado, y como
solía hacerlo cuando él no contestaba, no marco de nuevo, le dejo la llamada
perdida, porque cuando la viera le respondiera de inmediato.
Tomó
su bolso en la mano derecha y las llaves del auto en su mano izquierda, miro a
Zulay y levantando la ceja y sonriendo se despidió deseándole un buen provecho
para el almuerzo. El estacionamiento de la oficina ya estaba vacío, y los que
caminaban por los pasillos daban la sensación de estar viviendo un tipo de
angustia que solo ellos entendían. Recordaría
Carmen las escenas previas a los eventos electorales que había vivido hasta la
fecha y como los adeptos de cada bando interpretaban la situación del modo más
dramático que pudieran vivirla. “Definitivamente, somos un país de novelas,
Delia fiallo se quedo pendeja con nosotros” pensó mientras sonreía, y se subía
al Ford fiesta modelo 2006 que compro de agencia con un crédito del banco
Venezuela.
Los
comentarios hechos por sus compañeros de trabajo, tomaron fuerza en su
pensamiento una vez que vio colapsada la avenida 19 de abril al salir del
trabajo, generalmente, a medio día la afluencia de tránsito es bastante, pero
ahora estaba totalmente trancada, un semáforo que no servía y seis policías
nacionales intentando aprender a guiar el tránsito, no colaboraban mucho con el
cumplimiento de su objetivo, recoger el niño antes de la una de la tarde.
Volvió
a marcar el número de teléfono de su esposo, y en esta ocasión si recibió
respuesta, “Estoy en el CLET mi amor, reunido, busca el niño por fa” fue lo que escucho al otro lado de la línea,
y luego el sonido de llamada cortada, “Yo también, estoy trabajando” pensó, sin
embargo día vuelta en la esquina del viaducto y tomó dirección hacia el
terminal de san Cristóbal, buscando así dar la vuelta por la avenida rotaria
para llegar directo hasta la CANTV. La historia de la 19 se replicaba justo en
el cruce a la altura de la gasolinera antes del terminal, un semáforo apagado,
y todos los vehículos deseando pasar primero que el anterior, habían causado el
arrollamiento de un motociclista y un aproximado de 20 motos se encontraban en
torno al taxi que al parecer lo había golpeado.
Miró
su reloj puesto en la muñeca derecha, y se percató de que eran las 12:45 pm,
quince minutos para la salida de los niños, almorzar y llevarlo donde su mamá
le parecieron muy pocos, pero ni siquiera retroceso podía dar, pues ya tenía
una cola de vehículos atrás de ella, técnicamente empujándola para que pasara
por el único espacio que había quedado como para que el tránsito fluyera
durante la coalición.
A
la una de la tarde pudo sortear la vía, y aceleró el auto para reducir el
tiempo de espera de su hijo en el jardín, logro avanzar hasta el Tamá, esquina
en que dudo cruzar a la derecha y decidió avanzar para subir directo por la pizzería el punto. No pensó que una cuadra
luego de Cotatur, la cola era infernal.
Tránsito
lento, pero avanzaba justo hacia la subida de pueblo nuevo, su curiosidad le
hizo fijarse por la ventanilla de conductor hacia abajo de la vía, justo al
llegar a la esquina de la pizzería, pudiendo ver que en esa dirección no había
tráfico, era ya la una y treinta de la tarde, cuando su teléfono celular sonó,
con una llamada de la profesora del jardín, lo que hizo que Carmen Vera,
acelerara de nuevo su vehículo y tomara rumbo al jardín infantil frente a
CANTV, a recoger su hijo.
Luis Fernando Claros Posada
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