Desarrollo
urbano en adobe y guadua. Calle principal de El Águila, C. 1950. Autor: BELISARIO CLAVIJO Año: 1950-01-01
La Paila
“Divino
y Justo Juez de vivos y muertos, eterno sol de justicia, encarnado en el casto
vientre de la Virgen María por la salud del linaje humano”[1]…
Fue lo primero que se le vino a la mente cuando escucho su nombre esa noche a
casi un metro de lugar donde se encontraba sentado en la barra, sin voltear a
mirar pero, con los ojos puestos en el
espejo que tenía enfrente donde se ubican los licores, Fulgencio Silva pudo ver
al hombre que lo buscaba, un currucatico[2]
de no más de 1.60 cm, vestido de negro y un sombreo de ala ancha como el que él
mismo usaba. Lo observo detenidamente cuando estaba parado junto al hombre que
se encontraba en la mesa que daba a su costado, lo repaso con la mirada de pies
a cabeza, y pudo notar que entre la hebilla y la camisa cargaba un
revolver, “Tú te hiciste invisible a tus enemigos, a tu voz retrocedieron cayendo
por tierra en el huerto los que fueron a aprisionarte y cuando expirabas en la
Cruz, a tu poderoso acento se estremecieron los orbes”… a todo esto la
oración continuaba en su cabeza, y la pasividad con que el tipo observaba a
todos los clientes, desesperaba a Fulgencio, quien sostenía en su mano derecha
una copa carretillera de aguardiente y su izquierda empuñada bajo la barra.
Olvidaba decir; que
hacía pocos meses había comenzado la Violencia.
Luis Fernando Claros Posada
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