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domingo, 11 de junio de 2017

La manguera (Día uno)

04:30 de la mañana, el calor inclemente y un extraño a olor cuarto encerrado, a pesar de que la puerta principal estaba abierta y las ventanas corridas para que entrara la brisa de la noche, despertaron a Federico justo quince minutos antes de que sonara la alarma. Abrir los ojos significo dar inicio a la jornada que le esperaba como día mas de vida.
Cinco minutos mas y un vistazo de reojo al lado izquierdo de su cama como pidiéndoselos al reloj despertador, le dieron el tiempo exacto para estirarse  y reconocer que todos los músculos de su cuerpo estaban prestos para levantarse y llevarlo a la ducha que diariamente lo recibía con agua caliente para consentirlo treinta minutos y prepararlo para enfrentar el mundo.
La alarma sonó recordándole lo relativo del tiempo cuando se disfruta lo que se hace, su mano izquierda la apaga casi al instante mostrándole el poder sobre ella pero, recordándole que los minutos seguirían transcurriendo aun cuando ya no sonara mas el chirrido antipático del reloj digital, que no recordaba donde ni cuando lo había adquirido.
El golpe de su mano, sirvió para hacer soporte y levantarse de un brinco de la cama, siempre por el lado izquierdo para evitar una hernia umbilical, temor que lo acompañaba desde la primera vez que fue a la clase de educación física cuando tenía seis años y el profesor les mostro el ombligo de Ramiro, un compañero de aula que estaría exento de exámenes y siempre bien calificado hasta que sus papas los hicieran operar. Al igual que otros niños,  Federico envidio la condición, hasta que al mes, durante un partido de futbol se estrangulo la hernia de Ramiro y este se desplomo sobre el césped vomitando, orinando y dando del cuerpo producto del intenso dolor producido.  Después de eso, siempre Federico decidió levantarse por el lado izquierdo temeroso de la hernia de Ramiro.
El  frio del piso le entro por los pies combatiendo el calor de la habitación y aumentándole las ganas de orinar, inmediatamente, se dirigió al baño, como de costumbre se sentó en la poseta y descanso de sus necesidades fisiológicas, con la mano derecha corrió la cortina de la ducha y mirando la regadera, suspiro, como sabiendo de los beneficios del agua fría para el cuerpo en la mañana. Se levanto, entro a la ducha, y abrió la regadera, el primer chorro de agua cayo frio sobre el piso y luego de dos minutos de esperar que calentara, se dio cuenta que la cuchilla de energía tenía el contacto sulfatado y el alambre de cobre roto. No tendría agua caliente para la mañana.
La ducha fue veloz, agua sobre la cabeza que le recorrió el cuerpo entero, logrando borrar cualquier huella de calor acumulado durante la noche, champú sobre el pelo, jabón por el rostro, el cuello, el torno, la pelvis, los muslos, los pies, y las nalgas, el cepillo para restregarse la espalda, y nuevamente agua para enjuagar, el pote de acondicionador vacio, y la toalla en la habitación.
05:30 am, sonó la segunda alarma, salir de la ducha y caminar por el pasillo hasta el cuarto, sirvió para que toda la brisa fresca que no tuvo durante el sueño, lo envolviera enfriándole hasta el pelo de las pestañas,  casi seco llego hasta la cama, donde busco la toalla envuelta entre las sabanas que lo habían cobijado, se seco, tomo un pantalón del closet, una franela, bóxer y par de medias, para vestirse, diez minutos exactos pasaron entre el pasillo y estar vestido, se preparo para el desayuno.
Busco en las ollas de la cocina, el arroz del día anterior que serviría para el almuerzo y además para el desayuno, que no se hizo esperar con un huevo frito, y un vaso de jugo de naranja que había exprimido en la noche previniendo que se levantara tarde y poder comer rápido.  Se demoro mas sirviendo que comiendo, y entonces se dispuso a planchar la camisa que le correspondía por el día de la oficina, el jueves la azul o la amarilla?, generalmente usaba la contraria del día, no porque quisiera, sino porque nunca le entregaron la circular de recursos humanos donde indicaban el orden, y desde la misma época en que vio la hernia de Ramiro, la profesora Alicia, le enseño que solo acatara lo que estaba escrito, pues para interpretaciones estaban los filósofos, y él seguramente iba a ser abogado como su papá, cosa que no fue así, pero que le afecto al punto que la instrucción que no veía por escrito la cumplía al revés, como cuando le dieron dinero para comprar un refresco y la botella retornable, al llegar a la bodega, se pidió el refresco y se lo tomó  en la puerta, devolvió el embase, y regreso a casa dichoso de haber hecho su primer mandado, hasta que la mamá le dijo : “Deja el vacio en la caja de las botellas donde lo encontraste”…
07:00 am, la amarilla fue la elegida, le quedaba mejor y daba la sensación de ser más fresca, todo en orden para iniciar el día, el sol ya en su mejor puesto sobre el cielo, y el sonido del transporte público en la calle anunciaba que la gente se había activado, salió del departamento, se dirigió al estacionamiento por el auto, llamo por teléfono a la madre de su hija, y le aviso que en veinte minutos pasaba por la niña, todo normal.
Diez minutos antes de las ocho de la mañana, su hija mayor y Federico se encontraban rumbo a la escuela, nunca antes la autopista a esa hora estuvo tan llena, el carril de ida al centro trancado, pero el de venida vacio, “que cosa tan rara”…pronunció dirigiéndose a su hija,” Viste negra? Que trancón tan fuerte, habrá pasado algo?”. “Jummmm” respondió ella, clavando sus ojos en el retrovisor central del auto, y levantando las cejas y los hombros.
Los atajos de Federico para llegar más rápido a los sitios, siempre lo llevaban más tarde que el camino normal, “nos vamos por arriba negrita, no nos calaremos este trancón” dijo, seguro de sus dotes de buen conductor, cruzo el volante a la derecha y tomo el desvío por el CDI de los mamones, “la avenida uno siempre esta mas vacía” dijo su hija, como haciéndose cómplice de la ingeniosa idea de su padre.
Resulto infructuosa la decisión del desvío, no avanzaron dos cuadras cuando se encontraron con el nuevo trancón por la avenida, que tarde o temprano debía de llevarlos de nuevo a la autopista que servía de camino a la escuela de la niña.
08:20 am, lograron regresar a la autopista, afortunadamente, el aire acondicionado del auto y la música del pendrive los tenía a tono para soportar la demora del tránsito, el cruce por la machiri, para caerle por arriba a barrio obrero, planteaba el escenario perfecto para llegar antes de las nueve a la escuela, “no creo que por arriba tengan el mismo trancón”.- le dijo a su pequeña, mientras ésta lo miraba inmutable con su ojos de niña de siete años que está segura, sería un día de trabajo con papá. Ni el primero ni el último, solo uno más, como siempre cuando tomaba atajos.

El trancón los sorprendió de nuevo por el sector llamado batidos el tigre, justo antes de la panadería España, eso sí era ya insoportable, incluso para Federico, hombre de contextura mediana, asalariado del estado y padre de una niña de siete años, que ya estaba dormida en el asiento trasero del auto como recuperando el sueño que había perdido al despertarse tan temprano para ir a estudiar.

Circulación vehicular lenta de lado y lado, y desde el asiento del piloto del vehículo, no se podía ver qué era lo que causaba el retraso en el avance, “ la PNB debe estar en el semáforo”-pensó Federico, treinta minutos pasaron desde batidos el tigre al semáforo de la España, cuando un estruendo y el vapor de agua salió por las rejillas del capo del auto que venía manejando, producto del recalentamiento causado por el tiempo de espera en la cola.

Él solo, la niña de siete años dormida en el asiento trasero, y el auto recalentado casi a diez metros del cruce del semáforo a la derecha, eran la combinación perfecta con la alarma del reloj, el agua fría, el error de la camisa del trabajo, el frio luego del baño y el atraso no solo de la escuela sino además para la reunión que habían pautado hacia una semana atrás con el jefe de la oficina.

Se bajo inmediatamente para abrir el capó, y verificar el daño, de un auto vecino le regalaron una botella de dos litros cargada de agua, y los conductores de otros dos autos, le ayudaron a empujar hasta la esquina a la derecha de la bomba, para que en bajada pudiera estacionar cerca de las residencias san Cristóbal, y ahí verificar la gravedad del daño.


El ambiente de la calle no era el mismo, cuatro jóvenes sin capuchas, regando basura e instalando una guaya de acero restringían el paso vehicular, uno de ellos tenía una antorcha en su mano derecha, otro vigilaba a los dos que instalaban la guaya. La niña se despertó y pregunto: ¿Qué pasa papi?... de pie entre la puerta del auto y la calle, Federico mirando la escena, contesto: “Se rompió una manguera, negra, duerme que ya nos vamos”.

Luis Fernando Claros Posada
(De la propuesta editorial Memorias de la Violencia Moderna en Venezuela 2014)

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