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martes, 20 de junio de 2017

Café Amargo (Día uno, más temprano)

- 171, Emergencias Táchira, buenos días, habla usted con Judith Palermo, cuál es su emergencia?
- Buenos Días, Judith, habla usted con Humberto Escalona, le estoy llamando desde el departamento H, de las residencias San Cristóbal, en este momento estoy viendo por mi ventana, dos individuos, uno porta un arma de fuego en el coala que lleva atado a la cintura, y el otro lo secunda, están revolcando la basura de enfrente y hablando por un teléfono celular.

Eran las seis de la mañana, cuando Humberto Escalona, Habitante de las residencias san Cristóbal, hace el llamado al 171, está observando la av. principal de pueblo de nuevo desde su departamento ubicado en el cuarto piso de las residencias san Cristóbal, como suele hacerlo todas las mañanas antes de irse a trabajar, mientras toma un café.

La parte alta dela ciudad está despertando a un nuevo día, la circulación vehicular se ve normal desde el departamento de Escalona,  pero el hecho de divisar a un hombre armado junto a otro que está revolcando la basura del callejón ubicado al frente de las residencias, produce un escozor de inquietud en este hombre.

-        -  Espere en línea, ya lo  comunico con politachira, para que canalicen su denuncia.

-      -    Politachira, buenos días, indíqueme su emergencia.

-          - Buenos Días oficial, habla usted con Humberto Escalona, le estoy llamando desde el departamento H, de las residencias San Cristobal, en este momento estoy viendo por mi ventana, dos individuos, uno porta un arma de fuego en el coala que lleva atado a la cintura, y el otro lo secunda, están revolcando la basura de enfrente y hablando por un teléfono celular.

-          -Puede decirme como están vestidos, y la dirección exacta del lugar.

-       -  Residencias san Cristóbal, esta es la avenida principal de pueblo nuevo, con avenida España, en la intercepción que da a la clínica san Sebastián, el individuo que porta el arma de fuego, viste un jean azul, una chemise vinotinto, unas zapatillas blancas, una gorra del caracas, y un coala de donde saco el arma, en este momento la tiene en la mano, el otro está revolcando la basura, zapatillas negras, un mono negro, una franela azul y una gorra blanca.

-         - Por favor un numero de contacto señor escalona.

-         - 0412-5489XX

-         - Vamos a enviar una unidad para verificar su emergencia señor Escalona.

Escalona, hombre de contextura robusta, y alto, siente un calosfrió que le recorre todo el cuerpo al momento de colgar la llamada que acaba de hacerle al 171, por su cabeza cruzan todas las escenas de asalto y homicidio que ha leído durante los últimos días en las reseñas de los diarios regionales, y que ha visto en la televisión que han sucedido a nivel nacional.

Antes de retirarse de la ventana decidió mirar un poco más con detenimiento los movimientos de los dos individuos que se encuentran en la calle. Acercó una silla del comedor y se instaló cual espectador que está atento a los sucesos que se avecinan, mientras termina el café de la mañana.
Pantalón de vestir negro, zapatos lustrados la noche anterior y una franela blanca que sirve para que la transpiración no manche la camisa zara de manga que usara bajo el saco y la corbata para ir a la oficina, es lo único que lo cubre de las acciones de los sujetos que se encuentran justo en frente de su departamento cruzando la calle.

Un aire frio recorre el cuerpo de Escalona, mientras saborea las ultimas gotas de café que empapan su labios cuando faltan ya diez minutos para las siete de la mañana, y aún no decide si levantarse y terminar de vestirse para ir a trabajar o continuar esperando que llegue la unidad de politachira a detener a los sujetos que acaba de denunciar.

La última vez que había visto un arma de fuego, fue en la avenida nueva granada con avenida victoria en la ciudad de caracas, cuando el vehículo en que se movilizaba fue interceptado por dos sujetos a bordo de una motocicleta, y apuntándole por la ventanilla del piloto lo hicieron detenerse y entregarles la camioneta, no sin antes romperle la cabeza con la cacha del arma, y hacerle tirarse al piso bajo la amenaza de quitarle la vida si los seguía mirando.

Sus ojos se posaron desde la ventana de su departamento sobre el rostro del hombre que portaba el arma, como intentando grabarse sus facciones para cuando los funcionarios de politachira llegaran, él poder servir como testigo en el acto de reconocimiento del individuo, quizá esa sería la forma de poder vengarse de quienes le quitaron el auto dos años atrás en Caracas. Esta vez, sí los miraría al rostro sin temor de que ellos lo pudieran identificar, pues era imposible que pudieran huir de la justicia.

Tras varios minutos de observarlos como cazador a su presa, decidió levantarse de la silla, e ir en busca de la camisa y la corbata, “Ya debe estar por llegar la patrulla”-pensó, y se apuró cual Eliot Ness rumbo a un golpe certero por hacer cumplir la ley seca en el chicago de los 20s.
Escalona se había mudado a san Cristóbal, luego del aterrador suceso del robo del auto en la ciudad capital, porque la ciudad de la cordialidad, capital del estado andino, pocas veces sale reseñada en los periódicos nacionales como foco de violencia en comparación a otras que diariamente engrosan las paginas rojas de los medios impresos.
En los casi dos años que llevaba viviendo en la capital tachirense, el salir al trabajo a las siete y media de la mañana, y regresar al departamento luego de las seis de la tarde, se había hecho rutina de lunes a viernes, los fines de semana en compañía de uno que otro amigo y quizá viendo películas en el departamento, le habían dado un toque de  plenitud que no permitiría fuese perturbada por dos antisociales cuyo objeto desconocía pero, estaba seguro, pronto con ayuda de politachira iban a controlar.

Pasaron exactamente treinta minutos desde la última vez que Escalona miro por la ventana, cuando regreso de traer su camisa puesta y el nudo de la corbata a medio hacer, ya la calle era otra, no eran dos sujetos, eran cuatro, el del coala estaba recostado junto a la pared de la carnicería hablando por un teléfono celular, el que había revolcado la basura intentaba hacer una antorcha improvisada con un palo, algunos trapos y un pote de aceite, otros dos habían entrado en escena, y estaban corriendo las bolsas de basura que se encontraban en el pasaje de enfrente, como intentando con ello, obstaculizar el paso vehicular.

Eran ya casi las ocho de la mañana, Escalona no había recibido llamado del 171, o de politachira a los fines de ratificar la información que a las seis am, el mismo había dado vía telefónica cuando se disponía a iniciar su día para ir a trabajar.


“No hay unidad de la policía, van a ser ya las ocho, ahora son cuatro tipos, y el paso se está trancando, algo raro está pasando.” Pensó Escalona, mientras un aire helado recorrió sus manos anudando la corbata y sus ojos mirando por la ventana hacia la calle que tendría que enfrentar cuando saliera en el auto rumbo a la oficina. Sintió, exactamente lo mismo, que la tarde en que le quitaron la camioneta  en Caracas y se sentó un rato a respirar.

Luis Fernando Claros Posada

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