-
171, Emergencias Táchira, buenos días, habla usted con Judith Palermo, cuál es
su emergencia?
-
Buenos Días, Judith, habla usted con Humberto Escalona, le estoy llamando desde
el departamento H, de las residencias San Cristóbal, en este momento estoy
viendo por mi ventana, dos individuos, uno porta un arma de fuego en el coala
que lleva atado a la cintura, y el otro lo secunda, están revolcando la basura
de enfrente y hablando por un teléfono celular.
Eran
las seis de la mañana, cuando Humberto Escalona, Habitante de las residencias
san Cristóbal, hace el llamado al 171, está observando la av. principal de
pueblo de nuevo desde su departamento ubicado en el cuarto piso de las
residencias san Cristóbal, como suele hacerlo todas las mañanas antes de irse a
trabajar, mientras toma un café.
La
parte alta dela ciudad está despertando a un nuevo día, la circulación
vehicular se ve normal desde el departamento de Escalona, pero el hecho de divisar a un hombre armado
junto a otro que está revolcando la basura del callejón ubicado al frente de
las residencias, produce un escozor de inquietud en este hombre.
- - Espere en línea, ya
lo comunico con politachira, para que
canalicen su denuncia.
- - Politachira, buenos
días, indíqueme su emergencia.
-
- Buenos Días oficial,
habla usted con Humberto Escalona, le estoy llamando desde el departamento H,
de las residencias San Cristobal, en este momento estoy viendo por mi ventana,
dos individuos, uno porta un arma de fuego en el coala que lleva atado a la
cintura, y el otro lo secunda, están revolcando la basura de enfrente y
hablando por un teléfono celular.
- -Puede decirme como
están vestidos, y la dirección exacta del lugar.
- - Residencias san
Cristóbal, esta es la avenida principal de pueblo nuevo, con avenida España, en
la intercepción que da a la clínica san Sebastián, el individuo que porta el
arma de fuego, viste un jean azul, una chemise vinotinto, unas zapatillas
blancas, una gorra del caracas, y un coala de donde saco el arma, en este
momento la tiene en la mano, el otro está revolcando la basura, zapatillas
negras, un mono negro, una franela azul y una gorra blanca.
- - Por favor un numero de
contacto señor escalona.
- - 0412-5489XX
- - Vamos a enviar una
unidad para verificar su emergencia señor Escalona.
Escalona,
hombre de contextura robusta, y alto, siente un calosfrió que le recorre todo
el cuerpo al momento de colgar la llamada que acaba de hacerle al 171, por su
cabeza cruzan todas las escenas de asalto y homicidio que ha leído durante los
últimos días en las reseñas de los diarios regionales, y que ha visto en la
televisión que han sucedido a nivel nacional.
Antes
de retirarse de la ventana decidió mirar un poco más con detenimiento los
movimientos de los dos individuos que se encuentran en la calle. Acercó una
silla del comedor y se instaló cual espectador que está atento a los sucesos
que se avecinan, mientras termina el café de la mañana.
Pantalón
de vestir negro, zapatos lustrados la noche anterior y una franela blanca que
sirve para que la transpiración no manche la camisa zara de manga que usara
bajo el saco y la corbata para ir a la oficina, es lo único que lo cubre de las
acciones de los sujetos que se encuentran justo en frente de su departamento
cruzando la calle.
Un
aire frio recorre el cuerpo de Escalona, mientras saborea las ultimas gotas de
café que empapan su labios cuando faltan ya diez minutos para las siete de la
mañana, y aún no decide si levantarse y terminar de vestirse para ir a trabajar
o continuar esperando que llegue la unidad de politachira a detener a los
sujetos que acaba de denunciar.
La
última vez que había visto un arma de fuego, fue en la avenida nueva granada
con avenida victoria en la ciudad de caracas, cuando el vehículo en que se
movilizaba fue interceptado por dos sujetos a bordo de una motocicleta, y
apuntándole por la ventanilla del piloto lo hicieron detenerse y entregarles la
camioneta, no sin antes romperle la cabeza con la cacha del arma, y hacerle
tirarse al piso bajo la amenaza de quitarle la vida si los seguía mirando.
Sus
ojos se posaron desde la ventana de su departamento sobre el rostro del hombre
que portaba el arma, como intentando grabarse sus facciones para cuando los
funcionarios de politachira llegaran, él poder servir como testigo en el acto
de reconocimiento del individuo, quizá esa sería la forma de poder vengarse de
quienes le quitaron el auto dos años atrás en Caracas. Esta vez, sí los miraría
al rostro sin temor de que ellos lo pudieran identificar, pues era imposible
que pudieran huir de la justicia.
Tras
varios minutos de observarlos como cazador a su presa, decidió levantarse de la
silla, e ir en busca de la camisa y la corbata, “Ya debe estar por llegar la
patrulla”-pensó, y se apuró cual Eliot Ness rumbo a un golpe certero por hacer
cumplir la ley seca en el chicago de los 20s.
Escalona
se había mudado a san Cristóbal, luego del aterrador suceso del robo del auto
en la ciudad capital, porque la ciudad de la cordialidad, capital del estado
andino, pocas veces sale reseñada en los periódicos nacionales como foco de
violencia en comparación a otras que diariamente engrosan las paginas rojas de
los medios impresos.
En
los casi dos años que llevaba viviendo en la capital tachirense, el salir al
trabajo a las siete y media de la mañana, y regresar al departamento luego de
las seis de la tarde, se había hecho rutina de lunes a viernes, los fines de
semana en compañía de uno que otro amigo y quizá viendo películas en el
departamento, le habían dado un toque de
plenitud que no permitiría fuese perturbada por dos antisociales cuyo
objeto desconocía pero, estaba seguro, pronto con ayuda de politachira iban a
controlar.
Pasaron
exactamente treinta minutos desde la última vez que Escalona miro por la
ventana, cuando regreso de traer su camisa puesta y el nudo de la corbata a
medio hacer, ya la calle era otra, no eran dos sujetos, eran cuatro, el del
coala estaba recostado junto a la pared de la carnicería hablando por un
teléfono celular, el que había revolcado la basura intentaba hacer una antorcha
improvisada con un palo, algunos trapos y un pote de aceite, otros dos habían
entrado en escena, y estaban corriendo las bolsas de basura que se encontraban
en el pasaje de enfrente, como intentando con ello, obstaculizar el paso
vehicular.
Eran
ya casi las ocho de la mañana, Escalona no había recibido llamado del 171, o de
politachira a los fines de ratificar la información que a las seis am, el mismo
había dado vía telefónica cuando se disponía a iniciar su día para ir a
trabajar.
“No
hay unidad de la policía, van a ser ya las ocho, ahora son cuatro tipos, y el
paso se está trancando, algo raro está pasando.” Pensó Escalona, mientras un
aire helado recorrió sus manos anudando la corbata y sus ojos mirando por la
ventana hacia la calle que tendría que enfrentar cuando saliera en el auto
rumbo a la oficina. Sintió, exactamente lo mismo, que la tarde en que le
quitaron la camioneta en Caracas y se
sentó un rato a respirar.
Luis Fernando Claros Posada
0 comentarios:
Publicar un comentario